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El valor de la perseverancia


El valor de la perseverancia más importantes del mundo exigieron una fuerte inversión de esfuerzo y tiempo

Versículo: Hebreos 12:1
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
Al autor de Hebreos ya se ha referido, en varias oportunidades, a la importancia de mantener la firmeza de propósito. De hecho, esta es la esencia de la fe, pues rara vez se cosecha al instante lo que se está esperando. Abraham debió esperar 30 años la llegada de su hijo. David anduvo 14 años por el desierto antes de lograr ocupar su lugar como rey. Moisés debió soportar los reiterados rechazos de Faraón antes de que pudiera conducir al pueblo de Israel hacia la libertad.

Una maratón es una de las pocas disciplinas donde no ser joven es definitivamente una ventaja. Los grandes corredores a nivel mundial no son los atletas de 18 o 20 años, como podrían serlo en otros deportes. La edad promedio de los campeones está más cerca de los 35 años. ¿Por qué? Porque el joven carece de ese elemento que es indispensable para correr una carrera de larga distancia: el de saber medirse y llevar el ritmo necesario para llegar a la meta. He participado de varias maratones donde jóvenes entusiastas comienzan la carrera como si fueran hasta la esquina para comprar pan. La carrera, sin embargo, dura varias horas, y nadie podrá completarla si no lleva el ritmo adecuado. Perseverancia es resistirse a tirar la toalla cuando los demás ya lo han hecho.
La perseverancia nos invita a seguir golpeando las puertas del cielo ante la aparente inacción de Dios. Muchas veces tenemos la sensación de que el Señor no está haciendo nada. No obstante, la gran nube de testigos nos enseña que los tiempos de nuestro Padre son siempre perfectos. En el tiempo de espera hemos sido llamados a retener firme nuestra esperanza de que él actuará, pero en esa etapa es cuando más tentador resulta abandonar la carrera.

Esta es la razón por la que Jesús, en varias oportunidades, contó a sus discípulos historias en las que los protagonistas parecían no lograr nada. En una de ellas, un hombre fue a la casa de su vecino, a la medianoche, para pedir pan para sus visitas (Lc 11.7). La primera respuesta fue negativa, pero el hombre perseveró, a riesgo de contrariar a su vecino. En otra historia Jesús relató el calvario de una viuda que apelaba a un juez injusto para que interviniera en un asunto. Durante mucho tiempo el juez no le hizo caso, pero por su perseverancia, finalmente, logró que actuara. El propósito de la parábola, nos dice Lucas, era «… mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos» (Lc 18.1 - NTV).

La perseverancia es esa actitud de continuar cuando los demás se quedan por el camino. Es esa convicción que nos lleva a seguir esperando cuando otros han caído en el cinismo. Se refiere a esa característica que ha sido la clave de todas las grandes conquistas de la humanidad.

En la vida espiritual serán muchos los momentos en los que nos sentimos tentados a abandonar. La persona que se ha armado de perseverancia no contempla esa posibilidad. Ha fijado la vista en cruzar la meta y nada lo hará desistir de su cometido.  

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