OJOS EN LA META
Como líder, usted necesita tener
los ojos puestos en algo más inspirador que las circunstancias en las
cuales se encuentra, pues eso lo inspirará e animará a seguir adelante
cuando ya las fuerzas parecen desvanecerse.
Versículo: Hebreos 12:2
El autor de Hebreos nos anima a pensar en la
analogía de una maratón (una carrera de unos 42 kms. de distancia) para
entender las dinámicas de la vida cristiana. En nuestro versículo de
hoy, queremos pensar en lo que inspira al corredor. La competencia de la
maratón estaba basada en la odisea del joven soldado griego que corrió
una gran distancia, después de la batalla de Maratón, para informar
acerca de los resultados de aquel acontecimiento. Tenía gran prestigio
ser el ganador de semejante competencia, no solamente porque el atleta
demostraba sus extraordinarias aptitudes físicas, sino también porque el
campeón era identificado con aquel primer héroe de esta singular
historia de Grecia. En las carreras modernas, la largada muchas veces
está en el mismo lugar de la llegada. Antes de correr, cada corredor
echa un vistazo al podio y, por unos segundos, sueña con las sensaciones
de estar subido allí, en lo más alto del escenario, aplaudido y
elogiado por el público que lo reconoce como el mejor entre sus pares.
Tal sueño, aun cuando no es más que un pensamiento fugaz en los minutos
previos a la carrera, actúa como poderoso estimulante para cada uno de
los deportistas. Aun los menos preparados acarician el sueño placentero
de cruzar la meta, para sentir que todo el esfuerzo valió la pena.
Durante la carrera, habrá muchos momentos difíciles en los cuales el
deportista luchará con el deseo de abandonar la persecución de la meta.
En estas instancias, los mejores atletas convocan otra vez la imagen del
glorioso momento de llegada y buscan recuperar fuerzas con un anticipo
de la gloria que vendrá. El autor de Hebreos usa como excelente
ilustración de esto a Jesús. Su momento de máxima crisis fue en
Getsemaní. Allí le confesó a sus discípulos el fuerte deseo de
«abandonar la carrera». «Mi alma está angustiada» —les dijo—, «hasta el
punto de la muerte.» ( Mateo 26.38) Se apartó y se concentró en la
intensa batalla que se había apoderado de su corazón, una batalla entre
el deseo de hacer la voluntad del Padre y el deseo de hacer la voluntad
propia. Finalmente consiguió hacer lo que hacía falta para seguir en la
carrera: quitó los ojos de la cruz y la inminente agonía de la muerte
para fijar su vista en algo que lo inspiraba plenamente. Esto era el
gozo del momento de reconciliación con su Padre celestial. Como líder,
usted necesita tener los ojos puestos en algo más inspirador que las
circunstancias en las cuales se encuentra. Podría ser el cumplimiento de
una Palabra que el Señor le dio. Podría ser la realización de una
visión que recibió. O bien podría ser la finalización de un proyecto que
traerá gloria a Su nombre. Sea cual sea el tema, esto lo inspirará e
animará a seguir adelante cuando ya las fuerzas parecen desvanecerse.
Para pensar: ¿En qué cosas tiene los ojos puestos la mayor parte del
tiempo? ¿Qué cosas tienden a desanimarlo? ¿Qué cosas lo inspiran? ¿Qué
pasos debe tomar para fijar con mayor frecuencia sus ojos en aquello que
lo inspira?
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