Rompamos fórmulas
Dios frustrará todos mis esfuerzos de limitarlo o imponerle mis caprichos, ya que él no es siervo de nadie.
Señor, necesito tu ayuda para no caer en la trampa de ser un cristiano de «fórmula». Me encuentro rodeado por una cultura de gratificación instantánea
que me ofrece café, placer y riqueza por el camino fácil. Hasta en lo
espiritual encuentro libros que supuestamente me brindan «éxito
espiritual en sólo seis pasos fáciles», «cómo lograr la humildad en ocho
días», «siete pasos para ser un gran predicador». Como si Dios se redujera a una simple fórmula.
Cuántos cristianos creyendo haber descubierto nueva luz en sus
peregrinajes espirituales, dañan todo al buscar convertir esa «luz» en
una fórmula mágica que lanzan al «mercado de consumo religioso».Dios me sigue diciendo que él no se deja limitar a un estatuto o reglamento.
Para evitar ese error debo recordar las palabras del apóstol: «¡Oh la
profundidad de las riquezas, sabiduría y conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!» (Romanos 11.33).
Dios no se deja encajar dentro de una fórmula. ¡Cuántas veces he descubierto eso cuando he tratado de usar la fórmula «espiritual» de otro! Sencillamente no dio resultado. Dios sólo sabe tratarnos personalmente como individuos. Desde luego que hay principios generales, pero los principios se aplican individualmente ad hominem (a cada persona). Es por eso que con frecuencia el secreto espiritual de otro individuo sigue siendo un misterio para mí.
Tampoco puedo decir como Arquímedes «¡Eureka, lo he encontrado!» El consejo oportuno que el Señor me tiene para hoy no es necesariamente la solución o el remedio para mañana. Dios me sigue diciendo que él no se deja limitar a un estatuto o reglamento. Sin embargo hay algo dentro de mí que quiere organizar y hasta mandar a Dios. ¿No será que tiendo a imaginarme un soberano que necesita propiedad, dominio y hasta su propio castillo?
Dios frustrará todos mis esfuerzos de limitarlo o imponerle mis caprichos, ya que él no es siervo de nadie. Aun aquellos que mejor lo conocen se sorprenden al descubrir que a veces Dios parece ser un extraño. ¿Será por eso que a veces mis oraciones más sinceras no parecen encontrar respuesta alguna y mis grandes vacíos se quedan sin llenar? Menos mal que no sucede todo el tiempo, sino lo suficiente como para recordarme que Dios debe ser Dios. Pero a pesar de todo oigo claramente las palabras: «Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé» (Hebreos 13.5 rva). Eso se debe a la inversión tan grande que Dios tiene en mi salvación.
Dios no se deja encajar dentro de una fórmula. ¡Cuántas veces he descubierto eso cuando he tratado de usar la fórmula «espiritual» de otro! Sencillamente no dio resultado. Dios sólo sabe tratarnos personalmente como individuos. Desde luego que hay principios generales, pero los principios se aplican individualmente ad hominem (a cada persona). Es por eso que con frecuencia el secreto espiritual de otro individuo sigue siendo un misterio para mí.
Tampoco puedo decir como Arquímedes «¡Eureka, lo he encontrado!» El consejo oportuno que el Señor me tiene para hoy no es necesariamente la solución o el remedio para mañana. Dios me sigue diciendo que él no se deja limitar a un estatuto o reglamento. Sin embargo hay algo dentro de mí que quiere organizar y hasta mandar a Dios. ¿No será que tiendo a imaginarme un soberano que necesita propiedad, dominio y hasta su propio castillo?
Dios frustrará todos mis esfuerzos de limitarlo o imponerle mis caprichos, ya que él no es siervo de nadie. Aun aquellos que mejor lo conocen se sorprenden al descubrir que a veces Dios parece ser un extraño. ¿Será por eso que a veces mis oraciones más sinceras no parecen encontrar respuesta alguna y mis grandes vacíos se quedan sin llenar? Menos mal que no sucede todo el tiempo, sino lo suficiente como para recordarme que Dios debe ser Dios. Pero a pesar de todo oigo claramente las palabras: «Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé» (Hebreos 13.5 rva). Eso se debe a la inversión tan grande que Dios tiene en mi salvación.
Comentarios
Publicar un comentario